DE VECINOS CORRECTOS Y DESPEDIDAS
Dos días. 48 Horas para que tenga lugar el último derbi de los 50 años de historia del Calderón. Vienen nuestros vecinos. Esos que te miran por encima del hombro cuando te cruzas con ellos por la escalera, y que después de la visita y una vez en su casa, hacen comentarios del tipo: "¿has visto como tenían la cocina?" o "¿te has fijado en la funda tan horrible del sofa?" "¿Y los hijos?. Así tan despeinados... menuda pinta, si parecen un Adán". "Y al chico lo han visto juntarse con lo peor del barrio". "Y dicen que la chica fuma." "No seas duro con ellos cariño; son distintos...".
Y sí: somos distintos. Y no es que lo diga yo -que también-. Los mismos poderes mediáticos de este país ya se encargan de marcar las diferencias. Nuestros vecinos son el ejemplo de lo bueno, de lo políticamente correcto. Su casa está siempre limpia y recogida. Su cama nunca está deshecha. Es obligatorio descalzarse antes de entrar, y te montan un pollo si dejas la taza del cafe encima de la mesa sin posavasos. Cuando ganan es porque son los mejores. Cuando no ganan es o bien un resultado injusto, o bien solo un tropiezo, o a veces hasta es algo positivo (Legia-Real Madrid, Juanma Rodríguez dixit). En contraposición a estos adalides de la virtud estamos los otros, los vecinos de abajo. Cuando ganamos es porque nuestro juego es violento o aburrido. Cuando perdemos es porque somos unos mediocres. Cada detalle técnico es debido a los fallos del rival. Cada cántico desde la grada es una oda al mal gusto y una ofensa a las personas de bien... Los buenos contra los malos. El general Custer con su uniforme impecable contra los indios piojosos. Plácido Domingo frente a Joaquín Sabina y Rosendo Mercado...
Por eso estaremos todos en casa este sábado para recibir a nuestros vecinos como se merecen: con la mesa puesta, la vajilla cara, y las armas cargadas. Porque tenemos hambre. Porque este partido lo jugamos todos y ya ha empezado. Porque estamos hartos de que nos roben la cubertería a la que nos levantamos a recoger la mesa. Que nadie dude de que el Calderón va a ser una inmensa olla a presión. Preparen sus bufandas, sus gargantas, y la rojiblanca de las mejores ocasiones. Ejerciten su corazón y dejen en casa los miedos. Dispónganse para 90 minutos históricos de infarto. Este sábado, señores y señoras, niños y niñas, amigos y amigas, es mucho más que tres puntos lo que está en juego. Ad Augusta per Angusta, la gloria se consigue luchando. Justicia. Fuerza. Honor. Y es vikingo el que no bote...
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