Hace más de 2 años que publiqué la última entrada en este blog. De un tiempo a esta parte tenía claro que no volvería a escribir más en él. Cada cosa tiene su momento, y el momento de escribir por aquí para mí había pasado.
Hasta hoy.
Hoy es un día peculiar. Un buen día. Un día único. De esos que se te quedan marcados para siempre en algún lugar del interior del que apenas sabrías localizar de una forma mucho más precisa que “entre el ombligo y la frente”.
Hoy, viernes 3 de julio, las excavadoras han terminado de derribar lo que quedaba de los cimientos -que no de los recuerdos- del Vicente Calderón. El destino ha querido que sea hoy también el día en que otras máquinas más amables hayan logrado discernir el sexo de mi hija. La pequeña Julia está ya de camino.
Es curioso que una nueva atlética decida mostrar sus credenciales el día en que de alguna forma un ciclo de más de 50 años es cubierto por los escombros para dar paso a uno nuevo. Aunque me gustaría hacerlo ahora, (es posible que de alguna manera lo esté haciendo), tendré que esperar para contarle a mi hija como su viejo acudía cada fin de semana al Manzanares igual que ella lo hará en el momento oportuno al estadio que le ha tocado en suerte vivir. Tendré que esperar para ver como sube las escaleras agarrada de mi mano y observar la cara que se le pondrá cuando al salir de la bocana tenga aquella visión del estadio a cielo abierto con las gradas rugiendo llenas de color que hará que se sienta pequeña y enorme a la vez y la atrape para siempre. No se si me entienden. En ese mismo instante y sin previo aviso, descubrirá el Metropolitano, igual que su padre descubrió el Calderón, y el padre de su padre descubrió el antiguo Metropolitano. Así funcionan las cosas. Es una herencia. Es el legado. Es poesía...
Un minuto de silencio por la marcha del Calderón. Un brindis por la llegada de mi hija.
Te estamos esperando.
Mientras tanto seguiremos cantando y festejando en las victorias, pero más aún en las derrotas. Hasta el momento en que tus pequeños pies suban los escalones que te conducirán a la bocana a contemplar extasiada como miles de gargantas comparten tu sueño y te acompañan en un viaje que durará toda una vida.